A 80 años de la erupción del Volcán El Descabezado

Viernes 13 Abril 2012 San Rafael 
Diario San Rafael

 Aquel domingo 10 de abril de 1932 San Rafael lucía su mejor traje otoñal, con árboles teñidos de ocre y algunos rasgos verdes que todavía quedaban en sus hojas. La avenida Mitre, entonces de tierra, sus pintorescas casas comerciales y el poco público circulando al filo del mediodía por sus calles era señal de que los lugareños seguían aferrados a las antiguas tradiciones de almorzar en familia para luego entregarse a la clásica siesta cotidiana. Sólo algunos niños correteaban por los baldíos céntricos, mientras por el carril de macadam pasaban traqueteando las Victorias.

 De pronto la sorpresa, los gritos, y la preocupación de no saber lo que pasaba se instaló en la tarde. Se abrían las ventanas y todos miraban hacia el cielo de donde caía una fina lluvia cenicienta. Eran momentos de extrema confusión. La precipitación se hacía cada vez más intensa y comenzaba a formar montículos sobre los techos, árboles, puentes y carruajes. Nadie sabía qué estaba pasando, y fue tal el temor que se iba apoderando de la población que algunas familias optaron por alejarse de la pequeña ciudad. Recién alrededor de las 14, algunos vecinos privilegiados que contaban con aparatos de radio a galena habían logrado sintonizar una radio chilena que anunciaba que “ha hecho erupción el volcán El Descabezado en la cordillera argentina y una gran masa de ceniza y fina arena está cayendo de un lado y del otro de los Andes”, comunicaba el locutor.

 A las 15 horas se resolvió encender el alumbrado público debido a que de pronto se había hecho casi de noche en San Rafael. La policía recorría el radio céntrico para evitar robos y pillajes y desde el hospital Regional (actual Schestakow) se avisaba que a la guardia de urgencias iban llegando personas afectadas por problemas respiratorios. Se pedía a la población que no saliera de sus viviendas y taparan todas las aberturas posibles para evitar que el aire se contaminara con ceniza. El entonces gobernador Videla envió un telegrama al intendente de San Rafael pidiéndole que adoptara las medidas preventivas para estos casos y que comunicara a las autoridades provinciales las urgencias.

 A las 13 del día martes, la lluvia de cenizas se detuvo. Recién entonces la población respiró tranquila luego de tantas horas de dramatismo. Habían sido 48 horas de angustia. Se temía por quienes vivían en zonas rurales y montañosa ante la falta de noticias, por ello el interés del gobierno provincial era definir el impacto económico que había dejado como saldo la erupción volcánica, proponiendo llevar el ganado a campos más alejados de la zona. Pese a que todo había pasado, quedaron huellas y cicatrices, aunque pese a estos avatares los sanrafaelinos no se fueron de las tierras arrasadas por el flagelo y se quedaron a tratar de recuperar el vergel que con tanto sacrificio habían logrado construir los abuelos inmigrantes.

 En el oasis todo fue duro. Después de muchos años, San Rafael y el sur mendocino se levantaron como el Ave Fénix de esas cenizas. El Descabezado cerró sus fauces, pero siempre está amenazando porque nadie sabe qué nos puede deparar mañana la Madre Naturaleza. Han pasado 80 años de aquel episodio y los sanrafaelinos, como han hecho ante otras tragedias, se pusieron de pie definitivamente.

Nota 76813

Enlace:
http://www.diariosanrafael.com.ar/76813

OTRA NOTA

Hace 76 años, todo el país quedó cubierto por una nube de ceniza
Mendoza Diario UNO Mendoza
 Lunes 21 de Abril de 2008

Fue por la erupción del volcán chileno Quizapu, que forma parte del Descabezado y se ubica a la altura de Malargüe. El polvo llegó hasta Buenos Aires, Salta, Tucumán, Montevideo y Río de Janeiro. 

 La nube de humo que desde hace varios días envuelve a Buenos Aires y sus zonas aledañas hace recordar un hecho bastante similar que ocurrió en Mendoza hace 76 años, coincidentemente en abril. Entonces, una nube, pero de cenizas, cubrió toda la provincia, se movió hacia Chile e incluso oscureció el cielo y llenó de polvo gran parte de la Argentina.

Sin embargo, aquella vez no hubo propietarios de campos sospechados de malas intenciones, como sucede hoy con la quema de terrenos en la capital del país. Directamente hubo un culpable con nombre y apellido: el volcán Quizapu, que pertenece al campo volcánico chileno Descabezado Grande-Azul-Quizapu, ubicado casi a la altura de Malargüe y a unos 30 kilómetros del límite internacional.

La mañana del 10 de abril de 1932, luego de registrarse actividad inminente desde por lo menos 1907, ese volcán hizo una erupción explosiva que duró entre 18 y 25 horas y formó una gruesa y negra columna eruptiva de entre 28 y 32 metros de alto. No arrojó lava ni hubo víctimas fatales.

En cambio, como resultado inmediato, Malargüe, San Rafael y Alvear quedaron a oscuras y cubiertos por la densa capa de ceniza y arena finas que precipitó. Luego, por acción del viento, la nube se dirigió hacia Chile, llegó a la capital provincial y viajó hasta Salta y Tucumán. También se dirigió hacia el este, dejando su rastro en los suelos de parte de Buenos Aires, Montevideo e incluso Río de Janeiro (a 2.950 kilómetros). Todo esto en cuestión de 72 horas.

La lluvia de cenizas, que obligó a los sureños a encender las luces de sus casas durante el día e hizo imposible conducir por la ruta, cedió recién el 12. Ahí se vieron las consecuencias de largo plazo. Los pastos del Sur local quedaron cubiertos de ceniza, lo que afectó gravemente la actividad ganadera, dejando en crisis a muchos puesteros. Además, impactó en la agricultura: el molino Rufino Ortega, en Malargüe, perdió su techumbre por el peso de la ceniza y además de su razón de ser por la dificultad que se presentó en la plantación del trigo.

Esta fue la erupción volcánica más grande de la que se tiene recuerdo en Mendoza (generalmente se le atribuye al Descabezado). El hecho, incluidas las explosiones que se oyeron y los relámpagos que los precedieron, habrán hecho pensar a más de un provinciano de hace 76 años que había llegado la trágica hora igual que a Pompeya.

De aquel asustador fenómeno han quedado algunas fotos y crónicas periodísticas. También en muchos mendocinos perdura una anécdota que le habrán contado sus abuelos o padres: las amas de casa juntaban el material volcánico para limpiar la vajilla, como si fuera puloil.


Truenos, relámpagos y sismos
Aquel 10 de abril fue domingo. A eso de las 10, en Malargüe comenzaron a sonar estruendos, luego vinieron los sismos y hacia la cordillera se veían reflejos de fuego.


A las 13, la erupción ya era un hecho. El cielo se oscureció totalmente por la ceniza, la visibilidad en la calle era de 200 metros y los malargüinos debieron iluminar artificialmente sus casas. Otros, sobre todo los que vivían más cerca de la zona del Quizapu, buscaron sitios más seguro.

Cuentan que de cuando en cuando un relámpago cruzaba las tinieblas y se desataban truenos como si se tratara de una nube tormentosa.

Según Los Andes, a las 17 la ceniza cubrió el pavimento de la ciudad: unos 30 centímetros –hay noticias de que aquel día cayeron 250.000 toneladas de ceniza–. Y al otro día, todas las actividades en el Sur provincial estaban afectadas. Por ejemplo, los talleres mecánicos no daban abasto, ya que la ceniza se introdujo en los motores y hasta las locomotoras tuvieron problemas porque el polvo entorpeció las vías.

El 13, la nube de cenizas llegó a Buenos Aires, donde se calculó que habían caído 255.775 toneladas de ese material en 24 horas.

Con el paso de los días, la nube dejó paso al sol. Mientras en las ciudades la gente seguía barriendo ceniza, en los cerros y campos malargüinos parecía que había caído una nevada, y mientras más cerca del volcán se iba el espesor de la capa alcanzaba un metro de alto.

El 22 de abril, una comisión de chilenos que investigaba en la zona de la erupción hizo el gran descubrimiento. El que había hecho erupción era el Quizapu, cuyo cono quedó destruido y aumentó el diámetro de su cráter 100 metros.

En su ladera oeste hasta hoy puede verse una alfombra de cenizas de aquel histórico evento. Ese recuerdo, tal vez, es una señal de alerta, ya que el díscolo Quizapu aún está activo.

Enlace:
http://www.diariouno.com.ar/edimpresa/2008/04/21/nota178844.html

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